Copio y pego de otra web
Carta a mi hijo ateo
La novena carta de Padre Jorge aborda un tema muy actual: el ateísmo. Como las anteriores, esta carta también sigue la línea de la comprensión, del consuelo, de la misericordia. Y aunque sería imposible responder a todas las variantes o acepciones del asunto, esperamos que de alguna manera les sirva, no solamente a quienes pudieran conocer un caso parecido, sino a los que atraviesan dudas de fe, noches oscuras y angustias ante el misterio de Dios… les confieso que de todas las cartas, esta es (hasta ahora) mi favorita.
Carta a mi hijo ateo:
Desde hace varios meses, quizás años, me había estado dando cuenta de tu aversión a las cosas de la Iglesia. No querías ir al templo con nosotros los domingos, mantenías la boca cerrada cuando bendecíamos los alimentos, la palabra Dios parecía ajena de tu vocabulario, demostrabas hostilidad cuando tratábamos de temas religiosos, o eras muy crítico con nuestra iglesia y sus pastores.
Tu declaración ayer de que te considerabas ateo, no me sorprendió. Sí me dejó lastimado pero no causó la sorpresa que pensabas. Por lo que te decía arriba, era algo ya esperado. Por eso no escuchaste reproches, ni gritos, ni siquiera una palabra de condena. El Dios en quien creo habría hecho lo mismo en mi caso.
Ya hace tiempo estaba meditando en qué yo había fallado al transmitirte la fe. No hemos sido una familia perfecta. Reconozco que por momentos descuidamos nuestra vida espiritual, creo que son etapas por las que pasamos todos. Sin embargo, Dios ha estado presente en todos los momentos de nuestras vidas: le dimos las gracias cuando nacieron ustedes mis hijos, le pedimos cuando se enfermaron, los encaminamos al templo desde pequeños, les hicimos conocer un Dios de misericordia, de perdón, de amor.
Entiendo que pude, por momentos, no dar testimonio de mis creencias. Fue más el afán del día, las preocupaciones del trabajo, el mantener a la familia. Pero sé que Él me sostenía, que, aunque yo no lo recordaba, Él sí se acordaba de mí.
Es cierto que a Dios no lo vemos, que no entendemos cómo permite el sufrimiento, el dolor y la muerte en las personas que consideramos “buenas”, que a veces parece lejano, muy callado, envuelto en un manto de silencio que nos angustia, que ha dejado una Palabra que no es fácil de interpretar, que por más que lo tratamos de entender, sigue siendo para muchos indescifrable, indescriptible, indefinible.
Todas esas preguntas no te las puedo responder. Algunas yo también me las hago. Sin embargo, quiero que sepas que, aunque no quieras creer en Él, Él sí cree en ti; aunque no le ames, Él te ama entrañablemente; aunque no le entiendas, Él sí te comprende; aunque tú le rechaces, Él te acepta tal como eres y quiere verte feliz y no sólo feliz sino verte santo, íntegro, en armonía contigo mismo, con los demás y el mundo que te rodea.
Cuenta con mi compañía en tu discernimiento. Hoy me siento invitado a orar doblemente: le oraré por ti y por mí, le alabaré por las veces que tú no lo hagas, le pediré lo que creo que necesites y no le pidas, le bendeciré por las veces que la palabra Dios no salga de tu boca. Sé que en lo más profundo de tu corazón allí está Él. Le pediré que se te haga el encontradizo, que se te revele y te muestre su amor y su misericordia.
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